17.7.08

Hay que viajar más

Recientemente Muchoviaje ha lanzado una campaña basada en gazapos que inevitablemente me ha recordado a mi abuela. Se trata de una serie de falcas rediofónicas y vídeos que han aparecido en Internet y en programas de tele.

¿Quién sabe? Quizás se inspiraron en alguien como mi queridísima abuela.
Podéis ver algunos de estos vídeos en el canal de YouTube de Muchoviaje:

http://www.youtube.com/user/muchoviaje

5.6.08

God Save Grandma

Aunque en algunas ocasiones mi abuela puede ser la persona más despistada del mundo, en otras reúne fuerzas y representa escenas insospechadas. Es el caso de la historia que os voy a contar.

El santo de mi abuela coincide con el puente de la Purísima por lo que un año decidió invitarnos a Londres. Al citado viaje fuimos mi madre, su marido, mi hermano y yo. Mi abuela quiso ir en plan "joven" así que nos alojábamos en un hotel de lo más moderno, comíamos de Hard Rock Café en Mac Donalds, paseamos por todos los mercadillos habidos y por haber y fuimos a la reventa de todos los musicales que pudimos. Día a día, mi abuela estaba cada vez más joven, y hasta me atrevería a decir que si nos hubiésemos quedado una semana más se cambiaba los tacones por unas bambas.

Para los que no hayáis estado en la capital inglesa, los buses son uno de los emblemas de la ciudad y su uso no es igual que en España. Además de la peculiaridad de sus dos pisos, no hay orden en la entrada y salida de los pasajeros. A diferencia del bus urbano español, en el bus inglés el acceso es como en el metro, cada uno sube y baja por la puerta que quiere...o por la que puede. Aquella tarde subimos en piña por la puerta de atrás. Primero mi madre, después mi abuela y tras ellas mi hermano y yo. Como ni mi madre ni mi abuela hablán inglés, hasta que no subimos los nietos no pudimos confirmar el recorrido, que enseguida dedujimos que no era de nuestro interés. Ni cortos ni perezosos bajamos del bus, pero lamentablemente éste se puso en marcha con mi abuela y mi madre dentro.

Muchos ya sabréis como acaba esta historia, mi abuela saltando en marcha como si de Indiana Jones se tratara, a los brazos de un apuesto gentelman inglés. Milagrosamente no sufrió ni un rasguño, y de no ser por el idioma, quizás esta simpática historia podría haber acabado en una comedia romántica al más puro estilo americano, o inglés en este caso. ¡God Save Grandma!

27.5.08

El coche fantasma

¿Habéis visto alguna vez un coche sin conductor por las calles de Barcelona? En este post desvelo la identidad del conductor del coche fantasma.
Se trata de un Peugeot 307. Si bien se mira es azul, si se mira de otro modo es plateado. Es bastante alto, aunque el asiento del conductor no lo es. El volante no es ajustable, pero afortunadamente es lo suficientemente grande como para mantener un orificio entre el salpicadero y el cristal delantero. Esta característica es fundamental si tenemos en cuenta que es por aquí por donde mi abuela puede ver, aunque nosotros no y pensemos que es el coche fantasma. Para los cardíacos, tranquilos. A pesar de sus 79 años mi abuela conduce de maravilla, mantiene sus reflejos y ve mejor que yo...eso sí, aparca de oído. Lo mejor de todo es que es ella quien conduce el coche fantasma. Es mi superhéroe favorita.

20.5.08

Mariachis Asesinos

Cada jueves comemos en casa de la abuela. Hablamos de nuestro día, de la comida, de las vacaciones, de trabajo...de cualquier cosa en realidad.

El otro día nos pareció divertido recordar los gazapos de la abuela y mi tío contó uno que yo no conocía, y que sucedió hace más de 10 años.

Una mañana de un domingo de agosto, en 1997, mi abuela llamó consternada a mi tío, quien se levantó de golpe, a pesar de la resaca.
- ¿Qué ocurre?, mamá - preguntó mi tío
- ¡Ha pasado algo horrible! -
- ¿Qué ha pasado! -
- Ha muerto Lady Di.-
- Vaya...bueno, es muy pronto mamá, me has dado un susto de muerte. ¿Cómo ha sido?-
- Ha sido un accidente de coche. Ha chocado en un túnel porque iba huyendo de unos mariachis que la perseguían...-

15.4.08

Derrames por Derramas

Mi abuela me llama a menudo. No suele enrollarse al teléfono, casi siempre va al grano.
- ¿Vienes a comer este jueves a casa? ¿Te gustaron los calamares que te guardé el otro día? ¿Vas a Camprodón este fin de semana?
Tras mi respuesta, ella dice -vale, vale, muy bien, un besito- y colgamos.
Como la veo por lo menos una vez a la semana me encanta que sea así. Ya lo dicen, lo bueno, si breve...y quizás por eso me encanta recibir sus llamadas. El otro día, sin embargo, la noté preocupada.

- Abuela, ¿estás bien? -
- Bueno, estoy un poco disgustada...tengo derrames.-
-¿CÓMO? Mamá no me ha dicho nada...¿Qué te ha dicho el médico? ¿Cuándo ha sido?
- ¿Cómo? ¿El médico? No, derrames en la casa...es que me van a costar un dineral.

Y luego la gente se pregunta porqué quiero tanto a la abuela...¿no es adorable?

24.3.08

Una de cine

Una tarde de invierno la abuela se disponía a comprar unos regalos a sus nietos pequeños —mis primos—. Uno de ellos le había pedido un vídeo infantil así que se dirigió a la sección de libros, música y películas de El Corte Inglés.

Se acercó a una de las dependientas y de forma muy educada pidió la película en cuestión. —Buenas tardes señorita— dijo con una sonrisa.

—Buenas tardes, ¿Qué desea?— le respondió
—Verá, uno de mis nietos me ha pedido una película pero no puedo recordar el título. Me parece que es sobre las aventuras de una tortuguita...

Y justo antes de que la dependienta dijera nada, mi abuela exclamó.

—¡Emmanuelle!—

—Señora—afirmó muy seria la dependienta. —Espero que usted esté buscando Manuelita.

Mis tíos aún agradecen la agudeza cinematográfica de la dependienta quien salvó a mis primos de una prematura pérdida de la inocencia.

3.2.08

La hermana de mi abuela

Lo de cometer gazapos no es algo únicamente propio de mi abuela sino de todos aquellos que poseen el gen Rubert —primer apellido de mi abuela—. Por tanto, cuando cometemos un gazapo en la familia decimos que está actuando el “síndrome rubert”. Hoy hablaré de la hermana de mi abuela y de su gazapo más sonado.

Hace varios años mi tía abuela se dirigía en avión a Ibiza con una de sus hijas. Ya había despegado el avión cuando la una preguntaba a la otra si se habían acordado de traer las llaves de la casa. La realidad es que ninguna de las dos las llevaba. La hermana de mi abuela, ni corta ni perezosa propuso:

—No te preocupes, hija. Llamaremos a tu hermana, que nos las envíe por Pax.